miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ciencia y Filosofía - Koyré


LA INFLUENCIA DE LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS EN LAS TEORÍAS CIENTIFICAS
Informe presentado al Dr. Javier Molina Ureta sobre la lectura a Alexandre Koyré, padre de la Historia de la ciencia
Por: Nemesio Espinoza Herrera
Libro fuente: Pensar la ciencia. Alexandre Koyré. Introducción de Carlos Solís. Ediciones Paidós Ibérica SA. 1994 Universidad Autónoma de Barcelona. Traducción de Antonio Beltrán Marí.

Breves referencias sobre el pensamiento de Alexandre Koyré 
Koyré nació en Rusia en 1892 y murió a los 72 años en 1964. Adquirió la nacionalidad francesa. Koyré es conocido como un filósofo e historiador  de la ciencia. En la Segunda Guerra Mundial fue enviado a los Estados Unidos por De Gaulle. Sus principales trabajos se centraron en los temas de Epistemología y en Historia de la Ciencia, sobre la base de los trabajos de Galileo, Kepler y de Isaac Newton. Es considerado como el padre de la Historia de la Ciencia. Denominó “revolución científica” al nacimiento de la física moderna. Fue formado en las disciplinas religiosas.
Por ser discípulo de Edmund Husserl, Koyré tiene orígenes fenomenológicos en abierta oposición a la corriente epistemológica del positivismo. Se dice que de Husserl aprendió el realismo platónico. Adquirió en sus escritos (y pensamientos) su propio estilo: el Historiográfico, cuyos principales planteamientos cuestionan al positivismo. Por tal motivo Koyré es considerado como historiógrafo por su campaña antipositivista. Siempre estuvo en campaña antipositivista. Koyré abogaba por el origen metafísico de la revolución científica (surgimiento de la física moderna) en contra del pensamiento epistemológico basado en los hechos y en los experimentos propios del positivismo.
Koyré estudió a Copérnico, a Galileo, a Kepler, a Newton. Fue difusor y defensor de la política de De Gaulle. Koyré pasa del pensamiento religioso al pensamiento científico. Propugna el platonismo, pues, aboga por la prevalencia de las ideas, de la razón, de la lógica; y, va en contra del sociologismo (vaya el ismo), por ejemplo, contra las tesis “sociologistas” de Robert Merton. Tomás Kuhn (el de “la matriz disciplinar”) aprendió de Koyré oponerse a los estudios sociológicos de la ciencia.
Koyré: ¿científico o historiador de la ciencia?
Koyré es considerado como el padre de la Historia de la Ciencia. No es científico. Esto es necesario señalarlo porque en las sesiones en el aula, he escuchado que las discusiones trataban como si Koyré fuera un científico. Hablar de Koyré es hablar distinto que hablar de Galileo, Newton, Einstein, Hawking, etc.; pues, en tanto que los científicos hacen la ciencia, Koyré da cuenta de la historia de ella, estudia a los científicos. Lo que Julián Marías, por ejemplo, es a la Historia de la Filosofía, Koyré es a la Historia de la Ciencia. Koyré es dueño de una buena cantidad de obras relacionadas a la Historia de la Ciencia y su obra Pensar la ciencia, materia de este informe, a pesar de no titularse como Historia de la ciencia, en el fondo lo es.
¿Influye las concepciones filosóficas en las teorías científicas?
Sin ninguna duda. Lo evidente es que la Filosofía y la Ciencia no son disyuntivas sino tienen carácter dicotómico. No hay, nunca hubo, separación infranqueable entre ciencia y filosofía. “Filosofar científicamente y abordar la ciencia filosóficamente” dice Mario Bunge para señalar que la ciencia y filosofía están vinculadas tanto así que no hay filosofía sin ciencia ni ésta sin la primera. En buena cuenta ciencia–metafísica (ciencia de la metafísica, Eu)-filosofía son dicotomías por cuanto, y desde un punto de vista de sistema (ciencia de la complejidad), una no existe –no debe existir- sin las otras.
Estas aseveraciones significan que las concepciones filosóficas influyen en las teorías científicas y éstas en las primeras. Sobre las repercusiones de la filosofía en la ciencia, es necesario, por ejemplo, decir que los antiguos griegos fueron los primeros filósofos de la ciencia. Contrariamente, los grandes científicos y sus descubrimientos (o encubrimientos) inspiraron –e inspiran- a los filósofos y hacen avanzar la filosofía.
Koyré en la página 49 dice “Algunos historiadores van incluso más lejos y nos dicen que, en el fondo, la ciencia como tal –al menos la ciencia moderna- jamás estuvo realmente ligada a la filosofía”. Empero, ¿Quién dijo semejante barbaridad? (el del subrayado, que es nuestro). No lo dice. Un poco más abajo dice: “Casi nadie, a excepción del señor Burtt (1925), admite la influencia de las concepciones filosóficas en la evolución de la ciencia”. Por supuesto que estas conjeturas –que la filosofía no influye en la ciencia- son rechazadas por Koyré. (Véase, por ejemplo, las tres consideraciones plateadas por Koyré en la página 51).
Repercusiones de las concepciones filosóficas en las teorías científicas, según Koyré
Sobre si las concepciones filosóficas inciden en las teorías científicas, Koyré es clarísimo en admitirlo esa verdad. Léase, por ejemplo, las siguientes citas textuales.
“Pues si se habla mucho de la influencia del pensamiento científico en la evolución de las concepciones filosóficas, y con razón porque es evidente y cierta –basta evocar los nombres de Descartes, de Leibniz, de Kant-, en compensación se habla mucho menos, o no se habla en absoluto, de la influencia de la filosofía en la evolución del pensamiento científico. A menos que, como hacen a veces los historiadores de obediencia positivista, únicamente se mencione esta influencia para enseñarnos que, en tiempos pasados, la filosofía efectivamente había influido e incluso dominado la ciencia y quela ciencia antigua y medieval deben su esterilidad precisamente a eso. Pero que, desde la revolución científica del siglo XVII, la ciencia se rebeló contra la tiranía de esta pretendida Regina scientiarum, y que su progreso coincidió justamente con su liberación progresiva y su establecimiento sobre la base firme de la experiencia. Liberación que no se hizo de vez -desafortunadamente, en Descartes e incluso en Newton, se en- LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS encuentran aún huellas de especulación metafísica, y fue preciso esperar al siglo XIX o incluso al XX  para que desaparecieran completamente-, pero que tuvo lugar a pesar de todo, gracias a Bacon, Auguste Comte, Emst Mach y la escuela de Viena” (Pág. 48).
Más claramente Koyré admite la ligazón inexorable entre la filosofía y la ciencia cuando dice: “La historia del pensamiento científico nos enseña pues que 1) El pensamiento científico nunca ha estado enteramente separado del pensamiento filosófico, 2) las grandes revoluciones científicas siempre han sido determinadas por conmociones o cambios de concepciones filosóficas, 3) El pensamiento científico –me refiero a las ciencias físicas-  no se desarrolla in vacuo, sino  que siempre se encuentra en el interior de un cuadro de ideas, de principios fundamentales que habitualmente han sido consideradas como pertenecientes a la filosofía” (Pág. 51).
Sobre si la influencia de la filosofía sobre las teorías científicas (y viceversa en tanto y en cuanto son dicotomías sistémicas, en su sentido de bifurcaciones, una dependiendo de la otra) es buena o mala, Koyré aboga por que es buena. No podía ser de otra manera. En efecto, Koyré dice: “En cuanto a saber si la influencia de la filosofía sobre la evolución del pensamiento científico ha sido buena o mala, es una cuestión que, a decir verdad, o bien no tiene mucho sentido, puesto que precisamente acabo de afirmar que la presencia de un ambiente y de un marco filosófico es una condición indispensable de la existencia misma de la ciencia, o bien tiene un sentido muy profundo porque nos lleva al problema del progreso –o la decadencia- del pensamiento filosófico mismo” (Pág. 52).
Como buen historiador de la ciencia, Koyré enaltece la importancia de la interrelación histórica filosofía-ciencia-filosofía. “Sólo el historiador –dice- que rehaciendo y repasando la evolución de la ciencia, capta las teorías del pasado en su nacimiento y vive con ella el impulso creador del pensamiento. Volvamos a la historia”. (Pág. 53). Y, así, anota las características de la “revolución científica” del Siglo XVII (“el desquite de Platón”, el “realismo platónico”; consignas contra el positivismo) y sus antecedentes en las cosmológicas, en los estudios a Newton y en las teorías de Aristóteles (el asunto de las uniformidades y proporcionalidades, el movimiento, el vacío, etc.), “la concepción aristotélica no es una concepción matemática, es una concepción metafísica” (filosófica).
La lucha antiposivista, en restitución del “realismo platónico”, que emprende Koyré es consistente y categórica cuando, a modo de conclusión, dice: “La renuncia -la resignación- positivista no es más que una posición de retirada temporal … tarde o temprano deja de hacer de la necesidad virtud y alegrarse de su derrota … La actitud filosófica que a la larga demuestra que es buena no es la del empirista positivista sino del realismo matemático. En resumen, no la de Bacon o de Comte, sino la de descartes, Galileo y Platón” (Pág. 66). Empero, Koyré admite la plena vigencia aún del positivismo en el pensamiento científico y filosófico cuando dice: “Por eso no es sorprendente que para un gran número de historiadores y de filósofos este aspecto legalista, fenomenista (sic) –no dice fenomenológica como diría su maestro Husserl (el subrayado es mío), en definitiva positivista, de la ciencia moderna, aparezca como su esencia”. (Pág. 63). Por supuesto que Koyré objeta a la aún práctica cotidiana del positivismo.
Ciudad Universitaria de San Marcos, 14 de diciembre de 2012