domingo, 29 de diciembre de 2013

Homologación de catedráticos

El cuento de la homologación: la más grande trampa consumada contra la universidad pública del Perú
Por: Nemesio Espinoza Herrera
Dos son las vertientes de la treta –eufemismo de estafa- consumada contra la universidad nacional en torno al tema de la homologación: por un lado, (y bajo la anuencia de los mismos universitarios), el desacato del Estado por más de 20 años a su propia Ley que ordena que “las remuneraciones de los profesores de las universidades públicas se homologan a las de los magistrados judiciales” (no dice a la remuneración básica como equivocadamente se ha interpretado); y, por otro, la incapacidad y (hasta) la perfidia de los “negociadores” en esta última etapa quienes a la legítima y justa demanda por homologación con los magistrados ahora han convertido en un reclamo por homologación con el sueldo de las secretarias de una empresa pública, pues plantean que en tanto que el vocal supremo gana 26 mil nuevos soles, el profesor principal, su homólogo, debe ganar 6 700 (seis mil setecientos) nuevos soles y todavía por etapas progresivas. ¡qué homologación es ésta que pretende valorar al Profesor Principal como 7 y al Vocal Supremo como 27!, ¡Por qué tanto ignominia a la universidad públicas! ¡Por qué tanta insidia y vilipendio a la docencia universitaria!
Pero la “proeza” de los negociadores va más allá: “logran” (con poses mediáticos incluido) un pírrico aumento que de oficio le corresponde para este año(recuérdese que sin huelga y sin negociaciones correspondió en el 2003, cien soles de aumento, 2004 ciento veinte); pero, de homologación ni un ápice. “El gobierno nos ha engañado, se ha burlado de nosotros” dicen, exteriorizando así la más absoluta ingenuidad e incapacidad negociadora. Asumiendo que la quebrantada cifra de 6700 nuevos soles algún día sea realidad, se supone que va al básico que actualmente es de cincuenta nuevos soles (hasta antes del 2002 era –ironías aparte- sesenta céntimos) y, por lo tanto, el sueldo del profesor principal sería 8300 y no 2700 como plantean los negociadores con el Estado. Aun así la diferencia histórica de sueldos entre magistrados y catedráticos seguirá siendo abismal por siempre: 8 a 27. El presidente Toledo (que en su campaña electoral y en el pabellón de Derecho de San Marcos prometió cumplir con la homologación), el Dr. Iván Rodríguez (que funge de presidente del Club ANR) y PPK deben estar mostrando una irónica sonrisa frente a este panorama desolador observando desde el balcón de cómo el Estado en complicidad con los “negociadores” le han propinado la estocada mortal a la languidecida universidad pública.
Pero el problema de la universidad peruana, especialmente de la pública, no se reduce a la simple lucha reivindicativa por remuneraciones (homologación) se soles más o soles menos. El problema de fondo es que la universidad nacional en el Perú. Así como está, es una universidad obsoleta. No avanza más. En ella, se pretende resolver problemas nuevos con paradigmas vetustos. En vez de ser solución para el país, la universidad se ha convertido en su óbice, en un falso farol para los jóvenes del Perú y para el desarrollo nacional. La universidad en el Perú (pública y privada) ya no necesita discursos, pastillas, ungüentos, leyes, rentas; ni reformas, contrarreformas, marchas, huelgas; ni homologación, ala fin y al cabo. La universidad en el Perú necesita con premura un proceso de verdadera reestructuración radical, una cirugía, una reingeniería, una reinvención, una reorganización (pero de verdad) como parte de una nueva política educativo de Estado que promueva la construcción de un nuevo país y apueste por la vigencia de una nueva y distinta universidad, moderna y competitiva propia del siglo XXI y del tercer milenio.

(Artículo elaborado y publicado en Blog. SETde 2005)
Imagen principal: Internet Alertaeducativa